viernes, 8 de enero de 2010

Diez días separaron mi promesa de no abandonar el blog, pese a su única primer entrada, y mi reaparición en este espacio. Y no voy a tomarme el trabajo de explayar un relato acerca de este tramo de ausencia, simplemente porque no lo considero algo necesario y/o apetecible para esta entrada.
Ayer me propuse hacer un ejercicio que ya había practicado alguna vez. Impulsada por mis nuevas extensas caminatas diarias (pasear hasta el cansancio a un perrito cachorro conlleva estas obligaciones), decidí no escuchar la radio con los auriculares sino tomar nota mental de cada uno de los sonidos que me rodeaban. Parece un acto simple y cotidiano que realizamos involuntariamente, pero al concentrar la atención únicamente en cada uno de los sonidos percibidos todo parece tener nuevas razones y explicaciones.
Tomé como base la instrucción repetida hasta el hartazgo en la última novela que ayer terminé de leer: Agudizar el oído. En realidad hace tiempo trato de llevar esta consigna como base de mi vida cotidiana, pero ayer decidí seguirlo literalmente y al pie de la letra.

Barracas es un barrio dentro de todo habitacional, aunque últimamente su popularidad está subiendo gracias a la construcción de nuevos edificios modernosos y la instalación de grandes firmas en la zona. Pero hay una diferencia notable entre la Avenida principal (Montes de Oca) y las calles que la circundan.
Como no puede ser de otra manera, los sonidos que se distinguen en estos dos sectores son totalmente distintos. Al caminar por la Avenida se escuchan todo tipo de ruidos: de motores, de camiones y colectivos, de bocinas, bullicio de las muchas personas que van caminando, martillazos y picadoras de los obreros instalados en varias esquinas, hasta el chillido de las rueditas de los carros de algunos cartoneros que realizan su trabajo no a la noche, sino a la mañana.
Doblé por una de las perpendiculares a la Avenida, la calle de la Plaza Colombia, y en pocos pasos todo cambió. Los árboles altos y corpulentos abundan en las cuadras interiores del barrio, así como escasean sobre la Avenida. Y en estas cuadras ya no percibo ruido, sino que percibo sonidos: el bamboleo de las ramas de los árboles, algunas hojitas en el suelo que crujen al ser pisadas (muy pocas gracias a esta estación del año), pajaritos que le cantan al comienzo del día, la música tranquila y suave que acompaña el desayuno en una cafetería modesta, varias persianas que recién se están levantando.
Mi barrio está ubicado al sur de la Ciudad de Buenos Aires, y con una sutil imitación al sur patagónico, hay un sonido permanente al que los habitantes estamos acostumbrados: a veces muy suave, casi imperceptible, y a veces tan fuerte y ruidoso, con un tinte característico de película de terror, el viento dice siempre Presente. Pero es un sonido que casi paso por alto, es como la música funcional, como la gente que cruzamos por la calle y vemos pero no miramos, está y no reparamos conscientemente de ello.
Todo se torna más silencioso cuando se repite el mismo camino, a la noche.
En el transcurso me topo con más de uno que está haciendo el último paseo canino del día como yo, con otros que eligen hacer un pequeño recorrido mientras fuman un cigarrillo, y con no muchas personas más, con distinto rumbo. Los sonidos son casi nulos, retumba la batería de una banda que prefiere ensayar en horario nocturno, y se sienten los pasitos de algunos gatos vagabundos que van paseando por el barrio. Solo encuentro un efecto sonoro que no registro durante el día, y que tampoco puedo definir con precisión: puede ser la chimenea de un barco (de vapor?), la bocina de la locomotora de un tren; ambos medios de transporte rodean la ciudad y sus efectos pueden ser posibles, solo el viento que los trae al soplar, cada noche en distinta dirección, sabe de qué se trata. Si se lo escucha con atención y con los ojos cerrados, lo más probable es que se pueda ver una imagen tenebrosa de una estación de tren abaondada, o de un barco de piratas a mar abierto, cubierta de neblina, advirtiendo que la cosa va a ponerse fea.

1 comentario:

  1. Note esta segunda entrada, como redactada con mucho relax, como que invitas al lector a que te acompañe a traves de tus palabras a recorrer esos lugares a medida que avanzan en la lectura, por momentos lo note muy poetico sobre todo el cierre, y me gusta como vas hilando las palabras, las frases. me gusta, me gusta mucho.

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