jueves, 6 de septiembre de 2012

Bendito aprendizaje



Se lo suele llamar “el pánico frente a la hoja en blanco” y es una sensación generalmente experimentada por escritores y periodistas. Lo contradictorio es sentirlo cuando ningún tipo de tarea conlleva la obligación de tener que escribir algo.
Pero obligación es diferente de necesidad, y entonces de pronto deja de sentirse como pánico, y se convierte en el esfuerzo que significa plasmar en palabras esas millones de ideas flotantes que pasean en uno durante el día. ¿Necesidad de qué? Necesidad es comer, es hacer pis, es abrigarse cuando hace frío. Expresarse también es una necesidad y esta contradictoria vida nos ofrece infinitas posibilidades para satisfacerla.
Lo maravilloso de estas contradicciones constantes es que nunca dejan de sorprendernos. Entonces llega ese momento en el que un cóctel de pensamientos y sentimientos bien sacudidos hace ruido adentro, y de pronto PUM. Afuera.
La manera en que son expulsados queda a gusto propio del agente ejecutor de la acción. Las hay clásicas, como ésta, que solo utilizó “lápiz y papel”. Las hay físicas, musicales, deportivas, verbales y hasta solo gestuales. Las mejores son las inesperadas, las espontáneas: las que sorprenden a su protagonista y a su alrededor cuando salen a la luz. En su gran mayoría están impresas en el cuerpo: el cuerpo habla, grita, exclama y calla todo el tiempo aquellos minúsculos (o enormes) e infinitos conceptos que se entrecruzan y se resignifican uno al otro, construyendo un único sentido cuyo tiempo y espacio son irrepetibles.
Personalmente intento encontrar qué sentido le estoy dando a estas líneas, y dentro de la coctelera el licuado es difícil de definir. Las ideas se contradicen y se complementan, se vuelven causa y consecuencia del accionar de cada día y provocan los más variados sentires. Pero de algo no hay duda, y es que cada formulación que junta esas ideas que tenemos adentro, que vemos en la calle, que escuchamos decir, que soñamos o imaginamos, forman un aprendizaje diario y eterno. Bendito aprendizaje.

jueves, 30 de agosto de 2012

La toma de la Sala Alberdi cumplió dos años



El viernes 24 de agosto desde las 15 se llevó a cabo la segunda parte del “carnaval” que el grupo Sala Alberdi: toma y autogestión organizó en conmemoración de los dos años de permanencia en la sala del Centro Cultural San Martín (CCGSM). La primera parte del evento se había realizado el anterior viernes, cuando la incesante lluvia obligó a suspender los recitales programados en el sector descubierto.
Aproximadamente quinientas personas ocuparon de manera rotativa la “Plaza Seca” del Centro Cultural ubicado en la esquina de Sarmiento y Paraná, asistiendo como espectadores y visitantes de las distintas actividades que llevaron adelante los chicos que participan de los cursos y talleres de la sala: feria de artesanías, venta de libros y películas de los Pueblos Originarios,  exposición de artes visuales y artes plásticas, serigrafía, y gran variedad de intervenciones artísticas, desde payasos hasta improvisaciones teatrales. También se instaló de forma permanente durante toda la jornada la FLIA de emergencia (Feria del Libro Independiente y Autogestivo), así como durante toda la noche la olla popular que ofrecía un plato de comida caliente a un precio simbólico.
Desde las 18 el lugar estuvo rodeado por la Policía Metropolitana que, conjuntamente con la Dirección del Centro Cultural San Martín (a cargo de Gabriela Ricardez) y policías de civil, intentaron interrumpir el festival amenazando con una supuesta orden de desalojo, que finalmente no pudo ser concretada ya que las actividades se estaban llevando a cabo de manera pacífica y sin el bloqueo de ningún espacio público. La Policía Metropolitana permaneció, tanto adentro como en la puerta del CCGSM, durante toda la noche, a pesar de que no se presentaron disturbios que implicaran su intervención.
A partir de las 23 comenzaron los shows musicales, y así se sucedieron las bandas de distintos géneros que voluntariamente expresaron su apoyo a la toma de la Sala Alberdi. Las bandas presentes fueron Alerta Pachuca, Oai Ska, Anarkumbia Tirapiedras, La Fiesta Bardorrati, Las Comunachas, La Joven Guarrior y La Revuelta. En uno de los intervalos entre banda y banda, alumnos del Centro Cultural recorrieron la Plaza Seca con un dragón gigante construido por ellos, encabezado por dos personas en zancos que hacían lanzar fuego por la nariz del mítico animal.
La Sala Alberdi está ubicada en el sexto piso del Centro Cultural San Martín y está ocupada por sus alumnos y talleristas desde agosto de 2010, cuando la gestión macrista del Gobierno de la Ciudad decidió que cancelaría más del 60% de los cursos que allí se dictan, y mudaría el resto a otros puntos de la Ciudad de Buenos Aires, para poder instalar en ese espacio público los negocios que diversos capitales extranjeros solicitaron mediante el Banco Interamericano de Desarrollo.


Será tu voz


Será que tus palabras son de las que más me supieron tocar, o será que hablamos el mismo idioma y compartimos más de una idea. Será que me das la respuesta a más de una pregunta, y que también ponés en palabras la desesperación de no encontrar esas respuestas, y de seguir preguntando, aunque ya haya encontrado alguna. Será que te extraño, y que necesito escucharte otra vez, cantándome al oído eso que a veces quiero gritar, y eso otro que a veces no quiero aceptar. Será que de a poquito y sin pedirme permiso te convertiste en gran parte de mí, más grande de la que pude imaginar. Será que necesito agradecerte, que no te quiero soltar, o que me hacen falta esos momentos que solo con vos pude vivir.

Será tu voz, que me derrite el alma.

jueves, 11 de marzo de 2010

PD

Llegó la primavera y el 21 fui a una excursión a San Antonio de Areco con un grupo de chicas y chicos. Todo fue muy lindo y me divertí mucho con una amiga, cuando por la tarde fuimos a una confitería a tomar una cerveza. Todo comenzó cuando nos enteramos de que la cerveza había que pagarla antes de tomarla y nos olvidamos de darle la propina al mozo. Al rato pasa otra amiga y como estábamos sentadas al lado de la ventana nos vio y nos preguntó que hacíamos allí, le dijimos que esperábamos a alguien, lo cual era mentira. Luego llegó un muchacho de unos 19 años, rubio, con unos ojos verdes que mataban, y nos preguntó si podía tomar una cerveza con nosotras. Le dijimos que no había problema y que se quedara, y con el tiempo esa respuesta fue de esos momentos que uno recuerda como "si yo no hubiera dicho eso en ese instante, nada de esto habría pasado", pero obviamente nunca supuse que podía llegar a ser una pregunta tan clave para mi vida. Nos contó que vivía en San Telmo, en una habitación que le alquilaban (casi que no le cobraban más que un par de pesos por mes) una pareja de amigos de su hermana, y trataba de llegar a comer todos los días con lo que ganaba vendiendo pulseritas (y collares y tobilleras, todas tejidas en hilo por él mismo) cada día de su semana en la Plaza Dorrego. Era de esas personas que no paran un minuto de hablar, pero en ningún momento llegó a parecernos denso, egocéntrico o aburrido. Tenía infinidad de anécdotas para contar y todas las detallaba a la perfección, siempre con una sonrisa que cubría casi toda su cara. Mágicamente, o así fue a nuestros ojos, su entrada ínfima de plata también le permitía salir todos los días a tomar algo con amigos (o desconocidos, como estaba haciendo en ese momento con nosotras), haberse comprado una guitarra usada que lo convirtió en el líder y cantante de su banda, bancar los gastos de vestuario para las obras que todos los semestres estrenaba la Escuelita de Teatro a la que iba, y como si no fuera demasiado, dejaba un resto para comprar comida y llevar todos los domingos al comedor infantil en el que daba clases de malabarismo a chicos sin una familia que los contuviera, en cualquier sentido que se quiera entender. Su simpleza era extrema pero de pronto nuestros problemas y conflictos se veían diminutos al lado de una vida tan agitada, tan sencilla y tan feliz. Nunca supimos de dónde las sacó, pero en el único momento que fue al baño volvió con dos margaritas miniatura que nos regaló por ser el Día de la Primavera, aunque nos aclaró que lo habría hecho igual en cualquier otro día del año. Después de un par de horas (reinadas por el dolor de panza que causa esa risa constante y poco habitual) ya no nos quedaba plata para comprar otra cerveza así que nos despedimos previo intercambio de teléfonos (en realidad solo le pasamos los nuestros, él no tenía en la habitación dónde vivía y ni siquiera se acordaba la dirección exacta). Todo daba a entender que era de esas personas a las que no íbamos a volver a cruzar jamás, pero el destino se vengó de que no creyéramos en él, y tres meses después de ese día, justo antes de las Fiestas, me llamó a casa y me saludó como si esa cerveza compartida hubiera sido el día anterior. Me invitó a ver la obra de teatro que estaba por estrenar, en la que era co-protagonista, y prometió pasarme a buscar para llegar a la sala juntos. Así fue, y después de los minutos que me costó calmar los nervios (en realidad me los calmó él, con su sencillez y su permanente sonrisa que prohibía incomodidad) pude disfrutar completamente la obra. No solo quedé admirada al verlo en escena, sino que me atrajo de una manera inmanejable todo el mundo que se encerraba en esa salita, los otros actores, el director, los chicos que hacían con lo que podían el juego de luces para darle el toque de iluminación profesional, los nenes hijos y sobrinos del elenco que repartían volantes entre el público, cada uno de esos personajes que había arriba y abajo del escenario me incitaba a querer conocerlos, preguntarles hasta el cansancio sobre el amor que sentían por lo que estaban haciendo, meterme de alguna manera en ellos para experimentar aunque sea un ratito lo que ellos vivían todos los días.

PD: el fragmento en cursiva fue extraído de un papel que encontré roto en la calle, y tuve ganas de imaginar su continuación. El final todavía no está escrito...

lunes, 1 de febrero de 2010

Ser negro

Mi historia no es diferente a tantas otras, pero se destaca porque desgraciadamente no muchas tienen mi final feliz. Todavía no soy adulto, pero sí tengo la capacidad para poder explicarles lo que atravesé.
Mi madre vivía en la calle, luchaba todos los días por conseguir comida y todos los días recorría zonas nuevas. Pero cuando quedó embarazada todo cambió. Mi papá, a diferencia de ella, pertenece a otro nivel de nuestra sociedad. Sus antepasados (mis abuelos, es lo que supongo) ocupaban altos rangos de la escala social y él también vagaba por la ciudad, pero por propia elección.
Como ustedes ya pueden imaginarse, este descarado insensible abandonó a mi madre embarazada de mí, y nunca volvimos a tener noticias de él. Tampoco lo necesitábamos, pero su presencia se me hizo necesaria cuando comenzaron los comentarios de que yo era el "patito feo" de la familia, mi suerte estaba decidida de antemano por mi color: ser negro había marcado mi destino y me habían asegurado que no de buena forma.
Nadie iba a elegir un negro como yo, y al pasar los días temía por mi futuro, por los golpes que podría recibir, por lo mucho que me iba a costar el día de mañana, cuando ya no dependiera de mi madre, abastecerme de comida.
Hasta que un día alguien me eligió, decidió darme un hogar, una familia, cuidar de mi salud y hacerme feliz. No volví a ver a mi madre y de mis ocho hermanos solo mantuve contacto con una. Desde el primer momento en que conocí a mi nueva familia supe que todo se encaminaría muchísimo mejor que lo que siempre había imaginado que merecía por ser negro. Y no me equivoqué. De hecho me dieron un nombre a la altura de lo que nunca pensé alcanzar: Timoteo.

martes, 26 de enero de 2010

Merlina

Villa de Merlo es la ciudad turística central de la provincia de San Luis, pese a no ser su capital (causalidad y no casualidad seguramente). Está ubicada al noreste de la provincia y limita en su totalidad con la provincia de Córdoba, lo que da a ambas zonas aspectos muy similares.
Como todos los pequeños y enormes aspectos de la vida, las conclusiones dan giros completos según el punto que se tome como perspectiva. Tomando como mirada una simple descripción geográfica-turística puedo contar los siguientes datos:
  • la mayoría de las construcciones surgieron a partir del año 2002, luego de que gracias al Corralito, la gente debía justificar con construcciones reales el dinero que iba retirando. Increíblemente esta tragedia económica y financiera argentina fue un buen puntapié para el repunte de San Luis en esta última década.
  • tanto las casas residenciales como los hoteles y cabañas para hospedaje no tienen permitido realizar sus edificaciones con más de dos pisos de alto, por una cuestión que pretende conservar la imagen, los beneficios del sol y el paisaje natural.
  • la gobernación de los hermanos Rodríguez Sáa fue la responsable del excelente estado de la provincia, sin entrar en orientaciones políticas obviamente, está a la vista que ese miedo frenético porteño de salir a la calle no existe por estos pagos; y, según el simpático encargado de la excursión de hoy, la técnica política llevada a cabo es conservar (y aumentar) la población puntana, llevando a cabo proyectos educacionales que forman profesionales con máximas posibilidades de crecimiento en la mismísima San Luis.
  • entre muchas de las obras realizadas en estos últimos veinte años, están las rutas que permiten ascender a varias de las Sierras que rodean a Merlo. Una de ellas (la única visitada por mí hasta ahora) es la que lleva hasta el "Filo", denominado así por ser el límite sobre la Sierra en el que mirando hacia un lado encontramos San Luis y mirando hacia el otro encontramos Córdoba.
  • durante el ascenso puede apreciarse cómo las sierras fueron dinamitadas para poder construir el camino de asfalto (antes de ripio, mucho más peligroso) y esto permite también ver la milenaria antigüedad geológica de esas rocas, por los distintos colores en cada una de las piedras.
  • las más abundantes son quarzo (blancas) y mika (transparentes brillantes), y junto con los distintos verdes y amarillos de la vegetación de las sierras forman un colorido que corta la sequedad de tanta roca. Los pastos más verdes son los recién crecidos, tan jóvenes por culpa de los incendios (provocados por seres humanos, claro está) que el año pasado azotaron esta zona del país, y de las sequías que aunque ya no tan violentas, persisten dejando mucho terreno muerto de sed.

¿Por qué es tan difícil para nosotros, bichos de ciudad, acercarnos a la naturaleza? ¿Cómo nos cuesta tanto entender que la Tierra es la base, la madre, el todo, lo único que deberíamos valorar?
Salir un poco de Buenos Aires ayuda a abrir los ojos, pero eso no es suficiente para que podamos sentir la vida. No es una utopía, ni una filosofía de vida naturista, ni un futuro propenso a salvar las ballenas y los pandas, no es un pedazo de literatura poética. Es lo que alguna vez todos deberían sentir, experimentar, vivir, y cuando llegue ese momento van a sentir que entienden a lo que me estoy refiriendo.
Personalmente y a mis casi 21 años pasé una sola noche por ese estado: pero acabo de borrar todo lo que había tipeado, todo el relato con detalles de ese momento. Lo voy a seguir manteniendo como mi secreto. Es mi secreto con la Tierra, y esa conexión de la que hablo es tan intensa que no tiene propósito que yo hable de mi experiencia, porque no puede describirse, ni explicarse ni contarse, es un segundo en el que nosotros, seres humanos, podemos sentir el abrazo de todo un mundo al que pertenecemos, por un ratito dejar de ser solo miembros del facebook y de un país, de un barrio y de un par de ideas que nos guían. Por un segundo sentirnos solo hijos de una masa sinfín que nos está abrazando todos los días, que nos está cuidando, que nos está pidiendo a gritos que dejemos de hacerle daño, que tomemos conciencia de lo básico que es el papel que juega en nuestras vidas. Que el egoísmo deje de poseernos y de una vez por todas abramos los ojos, abramos el alma a un mundo que nos da en exceso todo lo que puede y solo necesita que tengamos un mínimo de apreciación por ello.
Pero lamentablemente ese segundo no es eterno, como debería ser. O sí, y yo todavía no supe dar ese paso que lo convierta en algo más que una estrella fugaz interior.

Este tipo de pensamientos son los que florecen gracias al escape de la ciudad. Quizás plasmarlos en este blog me ayude a mantenerlos un poco más y, en el mejor de los casos, contagiarlos a alguien que entienda de qué estoy hablando. No sé si seré yo ese alguien...

jueves, 14 de enero de 2010

Y el mar

Ella sabía que no era uno más.
Él sabía que era una más, pero distinta.
Esta vez era recíproco, esta vez sentía por primera vez que un hombre la podía querer de verdad, con la fuerza de un sentir que nadie había experimentado por ella.
Esta vez no la volvería a ver, aunque sus viajes inciertos hicieran que algún día volviera a desembarcar en ese mismo puerto, algo en su interior le gritaba que esta situación no se iba a repetir.
Cansada de los maltratos, del olor a pescado constante y tan impregnado en su alrededor que había disminuido su capacidad de olfato, de ver tantas caras y ni una mirada. Su vida no era un cuento de amor, no tenía hermanastras malvadas ni príncipe azul, no creía en Cupido y no toleraba el romanticismo empalagoso. Pero en el fondo de sus ideas, y de manera bien oculta (tanto que ninguno de sus pocos allegados conocía ese aspecto de su ser) tenía la esperanza de que en algún rincón del globo terráqueo, existiera un alma con quien pudiera compartir un té con leche alguna mañana, o escucharla durante horas mientras descargara su desprecio por algún que otro familiar que no se comportara como tal.
Cansado de una rutina repleta de cambios constantes, que nunca llegaban a alterar relevantemente su vida. Había heredado no solo la buena presencia de su padre, sino también la rudeza, el mal carácter y el oficio. Los últimos dieciseís años había concretado el mito de que los marineros mantienen Un amor en cada puerto, pero pese a su poca delicadeza para tratar asuntos sentimentales, tenía conciencia de que lo que él conservaba en cada puerto no eran amores.

El flechazo fue real, no hicieron falta más que algunas horas para que las expresiones de ambos se tornaran sonrientes, las arrugas que cada uno había cosechado no lucían enojo acumulado, y el diálogo fluido parecía no tener fin. Pero un par de semanas no iban a ser suficientes para demostrarse tantos sentimientos, un tanto desconocidos hasta el momento, aunque nada desencontrados. Lo que siempre había sido solo una cantina, sucia y vencida por la antigüedad, se había transformado en un lugar lleno de recovecos para hacer carne un deseo fortísimo del que eran prisioneros. Nunca habían estado en pareja con un amor tan ferviente en el medio, e incluso tomándolo como debut de semejante etapa de la vida, se sentían tranquilos, acostumbrados, entregados hacia ese Otro que jamás habían visto y tanto conocían, por tanto haberlo esperado.
Ni el olor a pescado, ni las órdenes del capitán borracho y malhumorado podían tener peso durante los 13 días que duraría esta unión. Tampoco cargaban odio por esa fecha de vencimiento, quien sabe si hubiera sido tan profundo en caso de poder extenderse.

El último beso tampoco fue uno más, fue el más doloroso y el más sentido. Dejó en él alegría, un recuerdo, un sueño, y un autoestima sumamente elevado por haber recibido tanto amor, todo junto. Dejó en ella otro dolor, superado por la inmensa felicidad de haberlo encontrado, y poseído aunque el tiempo (siempre relativo) juntos hubiera sido tan corto.
Las vidas rutinarias volvieron a su lugar, la cantina volvió a verse sucia y vieja, pero algo había cambiado y no tenía vuelta atrás: en algún lugar del mundo, los dos se encontraron cada vez que miraron hacia el mar.